El sábado 8 arrancamos para allá, pasamos toda la tarde. Fuimos para Capilla del Señor, sin querer. De igual modo, nos quedamos ahí porque nos parecía interesante. Sabíamos que hay otras localidades dentro del partido pero, decidimos poner el ojo en ese espacio. Recorrimos todo lo que pudimos haber recorrido en esas horas, casi por intuición y dejándonos llevar por lo que iba pasando, a medida que veíamos gente o zonas que nos llamaran la atención. Capilla nos gustó. Caminamos una bocha, desde lo natural hacia lo urbano. También sobre el híbrido, que inicia en una plaza con un camino de cemento hasta ir desapareciéndose y convertirse en barro, ya yendo hacia el lado del monte. Cuando caminamos el lado urbano nos pasaba algo así como un loop, siempre regresábamos al mismo punto. Camino que hiciéramos, terminábamos sin darnos cuenta, en la plaza principal.
El lado natural tenía un encanto particular, nos copó la onda del monte/arroyo; habremos estado un par de horas ahí. En ese lugar, veíamos que operaba algo interesante, un patrón detectado: la manera en que pasaban los pibes del lugar con cañas de pescar y perros siguiéndolos, caminaban sobre las vías, que en un momento las vías se convertían en un puente alto, y las maderas del puente estaban podridas y viejas, algunas rotas. Y cómo esos chicos las saltaban, mientras se bardeaban entre ellos y jodían. Ahí ocurría algo, que nos parecía particular. Nos gustaba esa convivencia del espacio con esa onda que tenían los chicos. A lo largo de la tarde, vimos pasar y pasar a más chicos con esa manera de ser y también con la caña de pescar. Por lo menos yo me quedé con eso, me había gustado. Ellos eran sujeto/lugar/situación, todo junto. Pero los dejamos escapar, no supimos aprovechar al máximo el día. Precisamente por haber ido sólo un día del finde largo, faltó mucho. Apenas habíamos empezado a interpretar el espacio, luego de haberlo recorrido y observado. Igualmente una linda sensación me quedó. Teníamos que volver.
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